Este fresco audiovisual a la vez arcaico y contemporáneo, revela pautas de la cosmovisión guaraní y del cristianismo primitivo fundidos en el presente de un remoto pueblo paraguayo.
Nacido en la mismísima locación donde se desarrolla el film, el pueblo de Itaugua guazu, el realizador Enrique Collar encara en su último film, Novena, una producción paraguaya-holandesa hecha en 2010, un homenaje a sus orígenes, a través de la gente real que lo habita. Un retrato campesino cuya habilidad es crear una historia contenida y discreta, suspendida en la observación de la cultura popular del Paraguay.
La invención cinemática de Enrique Collar inscribe un territorio y sus pautas culturales propias, desde el humanismo que abraza. Lo asume desde un tratamiento formal ficcional, emparentando con trazos del cine documental y códigos de la pintura. Novena es un drama naturalista que no se despega de la realidad, al que va adhiriéndose el abigarrado mundo simbólico del cineasta, pintor y fotógrafo.
La emoción de ver Novena, hablada íntegramente en guaraní y jopara, produce un vivo y auténtico caudal de referencias a la antropología cultural del Paraguay, para quien está lejos o para quien la nunca la vio reflejada en la pantalla. Es un notable testimonio fílmico, capaz de decodificar un mundo rural a la vez que un hondo existencialismo, cercano y a la vez lejano para nuestra ficción cinematográfica. Aborda temas de alto dramatismo como la muerte, los conflictos humanos, la precariedad económica o la emigración campesina. Su narrativa señala fascinantes expresiones culturales contenidas en la experiencia real de seres humanos intensos.
Este cine está ambientado en un espacio y tiempo concretos. Sigue el duelo colectivo seguido por una familia y comunidad. Se concentra en una rica variedad de situaciones, es capaz de reproducir la vida cotidiana, de imitar aspectos performativos de la cultura popular y consigue ser una superficie de esa realidad.
LA AUTENTICIDAD DE UNA FICCIÓN
Novena se posa firme rimando ficción y “verdad” sobre una colectividad guaraní parlante en el Paraguay contemporáneo. Esta paradoja es resultante de la teatralización del proceso, dándonos el privilegio de interiorizar y asimilar realistamente esta representación.
La recreación de los hechos nos hace comprender que este cine es autoconsciente de no ser una realidad, sino una reflexión sobre ella, situación que permite comunicarla de forma rica y profunda, desvaneciendo los límites clásicos entre la ficción y el documental. Siguiendo la consigna de una narración rítmica y sencilla, se representan las circunstancias del protagonista, Juan de Dios, acompañado de su familia y comunidad, tras el fallecimiento de su madre.
Ya abriendo en oscuro y sobreimpreso a los titulares de inicio, se anuncia una dramaturgia tensa y dinámica, con una sorda pelea en off entre dos hermanos. Cada día, desde el alba a la noche, serán largas horas de situaciones y diálogos que adensan hábilmente el relato: amanecer campesino con gallos, el desayuno con mate y brasero, el trabajo cotidiano como la artesanía popular (Juan recicla cubiertas de caucho en planteras que pinta en colores vistosos), el cuidado de la huerta, o el cerdo para poder dejar Itaugua Guazú.
Casi toda la película transcurre en los exteriores de una casa; los interiores, humildes y despojados, albergan escenas de la ceremonia nocturna del rezo o del descanso, con claroscuros a luz de vela que acentúan dramáticamente la escena y recuerdan la pintura tenebrista de un Caravaggio. Algunas locaciones cercanas incluyen el cementerio, la gomería, una granja cercana y hasta una visita al mercado de Itauguá, distante una decena de kilómetros y al que Juan de Dios se desplaza en un viaje fotográficamente inolvidable.
Algunas locaciones cercanas incluyen el cementerio, la gomería, una granja cercana y hasta una visita al mercado de Itaugua, distante una decena de kilómetros yal que Juan de Dios se desplaza en un viaje fotográficamente inolvidable. Son de destacar la pureza del tratamiento fotográfico fiel al imaginario pictórico de Collar, talentosamente registrado por Christian Núñez.
El sonido ha sido captado por André Schreuders, quien es además el editor de la película, post-producida en Holanda. La presencia sonora se concentra en el ruido omnisciente de camiones circulantes por el ramal asfaltado que une Itaugua e Ita y perfora el núcleo día y noche sin piedad. Itaugua guazú, distante cuarenta y cinco kilómetros de la capital, es el universo de donde apenas se despega la historia, asediada por los cambios de sus formas culturales tradicionales.
El interés de Novena reside en el registro de la vitalidad de una sociedad de matriz cultural guaraní, reflejando sus pautas que planean sobre toda la película. Un tejido humano aún resistente al capitalismo y regido por las normas de la projimidad y solidaridad entre sus miembros. Y el impacto delicado y duradero tras verla: acercar la realidad por vía de la ficción, imaginándola con una voz que alcanza el compromiso ético de ser, sencillamente, ella misma.
Fernando Moure
Köln am Rhein, 2009
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