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El paisaje es el del yo. Argumentos a la obra reciente de Alejandra Mastro


La tierra sometida


En el proyecto artístico titulado El Paisaje es el del yo, la artista Alejandra Mastro (Buenos Aires, 1951) propone examinar el tema y el género del paisaje a partir de una percepción subjetiva y psicologista. Las series emprenden una investigación visual nivelando una identificación entre la Naturaleza y la psique humana, estableciendo una firme conexión entre la actividad artística y la creación natural.


La exposición El paisaje es el del yo es el fruto de una colaboración entre la artista y K / Espacio de Arte y Naturaleza gestados a lo largo de dos años de proceso conceptual y formal; las imágenes que la conforman han sido tomadas en espacios naturales de Alemania, Guatemala y la Patagonia, y producidas todas en 2024. El punto crucial de esta investigación visual plantea una tendencia óptica a percibir otras formas asentadas en el follaje, el suelo y el aire.


Esta exposición abarca asunciones sobre lo salvaje o lo reprimido advertibles en formas naturales pero incorporándolas al mundo interior o mental, por ejemplo en los nombres de cada serie y que aluden a acciones en la primera persona del singular. Capturando los sueños y pesadillas que evocan ciertos lugares del bosque, esta obra disuelve la figura del artista en la Naturaleza, presentándola como el artista primordial, previo a lo humano.


La fundación de este relato fantástico buscaría emplazar una suerte de psicoanálisis de la naturaleza, y por consiguiente del sujeto que la ve y la observa. Alentada por la idea de un espectador omnisciente, Mastro enmarca y encapsula sitios y escenas donde íconos botánicos como troncos, hojas, lianas y arbustos, junto a visiones de tierras y cielos componen extrañas alegorías silvestres.

Al visionar estas estructuras fitomorfas, térreas y celestes, nuestra mirada pareciera expandirse o conducirse hacia un giro perceptivo paralelo; despejando, aclarando el espacio silvestre de la hojarasca, la maleza y las ramas al servicio de un relato emocional. Mastro observa y reconoce formas análogas entre la materia natural y el mundo de las ideas, conjugando emociones y estados existenciales en un ecosistema encarnado monocromáticamente.


Los efectos del claroscuro marcan surcos y huellas, heridas, fracturas, desgarros, y toda clase de violencias literales y metafóricas: la visión de la autora toma como motivo la naturaleza y su inagotable diversidad. Una imaginación petrificada en síntomas anímicos, se establece como la gran productora de memorias y recuerdos.


Agotando las posibilidades formales de la fotografía, las obras resultantes transmutan su estatuto realista al ser reducidas a las líneas esenciales de la estampa, aumentando el “aura fría” de estos retablos. El vínculo sumamente gráfico de luz y sombra, del positivo y negativo, advertible en todas las piezas y muy especialmente en la materialidad de los soportes traslúcidos, enmascara diferentes capas y estratos, dificultando así la revelación de su rostro.


Esta dinámica de ocultamiento buscaría denodadamente una transformación, una externalización de lo inconsciente, o si se quiere, esta obra podría constituírse en una gran invitación al psicoanálisis, o a la interpretación derivada de esta disciplina. Mediante las técnicas transmediales de exprimir las formas hasta sus últimas consecuencias, Alejandra Mastro inventa este universo seductor e inquietante a la vez, moldeando el mundo natural a una consagración de una fantasía distópica


Estrategias de la fragilidad


La Naturaleza como representación de ideas sobre lo inquietante y hasta lo imposible, hallan en esta galería de flora un regusto humanista y desde luego, ensayan un comentario ambiental. Esta Naturaleza contiene una especie de melancólico y peligroso discurrir, nunca pasivo, remitiendo algunas imágenes a sitios violentados, a un baldío macabro, a formaciones ominosas o abyectas, siempre en las antípodas del bosque romántico o del orden del jardín.


Este cambio, esta perspectiva de favorecer un horizonte de reflexión en negativo, en crisis y que integre la vida vegetal, mineral y del aire, promueve una distancia de la teoría antropocéntrica convencional del arte, centrada usualmente en la creatividad del artista. Desdoblando y adoptando una teoría ontológica del arte y de las fuerzas naturales, Alejandra Mastro genera un paisaje, un ecosistema inestable, vulnerable y en crisis.


En la precisión visual monocroma de estos íconos, sólo en un conjunto inundada del rojo líquido de la sangre, Mastro enseña una contracara de la Naturaleza, con idéntico poder de persuasión pero hacia costados oscuros y trágicos. Ciertas imágenes, como la serie Memoria de Ríos Rojos están relacionadas directamente con la actividad antrópica, como la contaminación del agua.


Dos trabajos, la instalación Memoria de una Bulla loca y el video arte De piel en piel, refieren a cuestiones puramente conceptuales y analíticas. Para realizar la instalación en el exterior de la galería, la cual es la primera impresión visual lanzada al espectador, la artista apela a una operación metonímica nombrando así la última tragedia humana y política ocurrida en una mina de oro clandestina en América Latina. Con objetos prosaicos como una bolsa mortuoria, treinta piedras y treinta linternas, se busca forzar la piel del ojo de aquel que mira.


Por su parte, el video instalado en la primera sala hace referencia también a un contexto subterráneo, geológico y que atiende a una oscura (y brillante) reflexión. El gusto humano por las gemas y piedras preciosas excavadas bajo tierra, se traducen simbólicamente en una ilusión animada y sonora que traspasa lo emocional y explora sentidos por debajo de la piel.


Como parte de una investigación “caníbal” que revisa novedosamente símbolos y temas de la Naturaleza explorados en dichos estilos oscuros, Mastro interpreta una sinfonía contemporánea valiéndose de una mediación técnica que refiere, de igual modo, a la hibridez formal de estos artefactos.


No sólo se trata de la perspectiva o de la imaginación de la creadora; sabemos que la Naturaleza sigue principios como la circularidad, la gravedad, las fuerzas eléctricas del viento, la corriente del agua o los movimientos tectónicos del subsuelo. Acciones que se erigen cual analogía simbólica, como presencias de estas fuerzas en El paisaje es el del yo.

Esta obra reciente puede verse entonces como una exploración que toma por excusa la historia natural pero aspira, en un sentido general o universal, a ser una historia profunda y oculta de lo que se encuentra más allá de los grandes relatos o las historias conocidas. Una fotografía plasticista a modo de rayos X de un planeta apocalíptico, una investigación del caos salvaje dónde los objetos de la Naturaleza declaran la última belleza de la ruina.


En análoga paradoja, esta colección captada en los bosques de robles y hayas de Baviera, en las selvas húmedas de Guatemala o en los desiertos de la Patagonia Austral disuelve las categorías de lo cultural y lo natural en un acertijo de identidades y de paradoja ambiental. Esta iconografía podría aportar evidencia del infortunio de monumentos naturales como ríos, montañas y árboles, pero también sugerir los restos de una humanidad devenida en sustrato geológico, en la mera piel y carne despellejadas por el invierno del futuro al que nos acercamos.




Alejandra Mastro, El paisaje es el del yo, serie "Memoria de Ríos rojos", fotografía sobre papel de algodón, 2024





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