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Geometría delirante del panóptico

Fotografías de Alejandra Mastro




En la serie fotográfica de la artista Alejandra Mastro, fruto de una investigación efectuada entre dos espacios y tiempos, el de una institución psiquiátrica de Guatemala y otra de Asunción, puede encontrarse tanto un hondo interés socio-cultural sobre la consideración de las enfermedades mentales, así como una fascinación antropológica por las zonas marginales de la sociedad.


A partir de sucesivas documentaciones en los dos centros psiquiátricos, Mastro comenzó hace aproximadamente cinco años esta serie que tituló El revés del panóptico. El trabajo se presenta a la manera de un espacio escenográfico donde instalar una problemática: la de hombres y mujeres anormales, y de la precariedad en que viven en este último lugar del mundo.


La serie merodea la identidad de sujetos confinados en la institución, representando su ausencia, recurriendo a una idea de retrato invisible. Nombra a los cuerpos de los internos a través de un objeto, cristalizado en la cama, en el lecho que soporta su peso físico, al tiempo de certificar una epopeya mínima, de pliegues y cicatrices del despertar o de sus retiradas.

La cama plantea su significado privado e íntimo, como sitio de descanso, de nacimiento o destinado al amor. Se indica como signo al tiempo de abrir otras percepciones, ya sean de tiempo, lugar, identidad o pertenencia. Es por tanto pertinente urdir el lenguaje expresivo que poseen estas fotografías, una trama de sentido en la que el objeto y el espacio que rodean estas camas no sea pasivo.


Representados como epicentros del confinamiento y el dolor, los lechos revelan su naturaleza ambivalente, su potencial simbólico para sugerirse como lugar de peligro o sacrificio. Como sabemos, la simple visión de una cama tiende al recuerdo, a fetichizar al durmiente a través de su ausencia literal o figurativa, es decir, se produce la figura de la metonimia, trasladando el cuerpo humano al objeto.


La mirada de Mastro se concentra en conseguir un retrato evocador y sugerentemente poético del delirio y la locura, o quizás se proponga ser un paisaje socio-cultural de la institución psiquiátrica en América Latina hoy. La visibilización e inscripción de seres ausentes que pueblan el manicomio conecta este trabajo con una motivación, la de potenciar relatos de subjetividad, escenificando las vidas de individuos significativos.

Como estrategia técnica, la fotografía y el video aportan su eficacia documental para levantar un tipo de imagen indicial, corporizada en las camas, quienes parecieran devolver las renuncias y gritar la promesa de redención de los cuerpos que suspenden.


La cama, poliedro desbordante


Mastro vierte en sus fotografías un estilo objetivivista, directo, en el cual la repetición de motivos y la serialidad renuncian al efectismo sobre objetos o la espacialidad. Su empresa visual pareciera erigirse en la cumbre de un extraño observatorio, o como se ha dicho antes, en un panóptico.


Para abonar con esta hipótesis de visión totalizante, del ojo que todo lo ve y todo lo sabe, del "ojo de Dios" de los antiguos enmarcado en el triángulo (aunque limitado por la perspectiva y sus puntos de fuga), estas visiones dan una gran importancia a los espacios que rodean el objeto central, proyectando en paralelo, líneas de interpetación que tientan una poiesis geométrica.


La configuración espacial de los elementos de estos dormitorios o consultorios habilitan figuras reales, pero también imaginarias, trazadas desde la geometría plana o del espacio. Son complejas composiciones miméticas que traman líneas que logran alcanzarse o revolverse entre sus varios puntos de fuga.


Algunas imágenes sugieren cuerpos, objetos cuyas caras son planas y encierran un volumen finito definido en altura, anchura y profundidad. La mirada es tanto cognitiva como emocional, girándose como un haz de luz curioso e incisivo, hacia lados o aristas ordenados ortogonal y orgánicamente.


El ojo compone un prisma ensimismado, donde cabe la cama enclavada centralmente e integrada hacia los márgenes, alineando vértices y lados que descubren una arquitectura envolvente y dispuesta a los descubrimientos menos tranquilizadores. Pareciera que la artista siguiera la indicación de Goya, intuyendo que en el tranquilo sueño de la razón no se dejarán de generar monstruos. Monstruos cebados en el ejercicio de la institución, devenida de hospital en manicomio, donde campean el poder, la farmacología, el abandono y el oprobio.


En el poliedro, como forma definida y regular, intuimos también la ambiguedad de sus planos proyectados o de sus sombras. Las composiciones invitan secretamente a sentir, a "delirar" en los pasos detenidos, en las siluetas invisibles de estos extraños lugares interiores: umbrales de incertidumbre, baldíos, laberínticos. La espera, la postergación o el inmovilismo, son imágenes sensoriales a las que también puede transportarnos esta contemplación, hilando una empatía con la condición humana del enfermo.


En nombre de Asklepiós


Me permito tejer en este final o colofón a la obra de Alejandra Mastro, un otro texto, uno que proviene de la inspiración que han provocado sus imágenes en figuras y circunstancias pretéritas, en concreto de la Grecia antigua. Esta licencia comparativa, o de extrapolación fantástica si se quiere, y de confesa tendencia utópica, está formulada para humanizar, a la luz de estos tiempos pandémicos y desde la reflexión del arte, el tratamiento de la salud mental de los ancestros.


Para la cultura griega, el sueño (y el insomnio) eran considerados un tema importantísimo desde el cual desplegar figuras o tropos, representadas frecuentemente mediante imágenes pictóricas y literarias. Las asociaciones entre la noche, el sueño y la muerte están claramente personificadas en Hypnos y Thanatos, hermanos gemelos nacidos de su madre, Nyx, la Noche.


En el contexto que nos ocupa, la salud mental en el mundo griego antiguo, quiero referirme aquí al dios Asklepiós, ocupado con los asuntos de la medicina y la curación del cuerpo y la mente. En las ruinas de un santuario dedicado a esta deidad en Epidauro, aún se conservan los restos de un templo, de una arquitectura sagrada diseñada para la cura, una especie de balneario medicinal al que podían asistir tanto ricos como pobres. Se volvió muy popular hacia el siglo V a.C, especialmente tras las mortíferas pestes que también por allí ocurrieron.


En este complejo ritual de curación, se indica una especial atención a las enfermedades mentales junto a las corporales, en una atención holística al cuerpo. Un misterioso monumento redondo, llamado tholos, alberga un estanque o manantial junto a la figura del dios. Una inscripción se refiere a este pabellón con los nombres de enkoimetrion (el lugar de incubación) donde se realizan los ritos preliminares de purificación, y de abaton (el lugar más sagrado y secreto del templo donde se efectua la cura). Es en el abaton donde los enfermos pasan la noche en camas hechas de pieles de animales.


Los pacientes esperan en el sueño que se aparezca el dios.Con una vara, o más bien un báculo de madera al que está enrollada una sepiente, Asclepiós roza los cuepos de los pacientes, curándolos de sus males. Un perro aparece y lame las heridas de los tullidos, y aporta motivación y alegría a los tristes.


En este lapso, también aparecen sus colaboradoras, las hermanas Higiene y Panacea, junto a los animales sagrados ya nombrados, acercándose al paciente, procediendo a examinarlo y a animarlo. El enfermo experimenta la catarsis emocional relatando su biografía a la manera de una anamnesis. El trauma se libera y el enfermo sana tras un proceso de auto-aprendizaje, lo que consolida su experiencia extrema de cura.


Deseo sinceramente que este relato desbordado en interpretación poética, adherido al formal y conceptual que ha provocado el análisis de esta serie de fotografías de Alejandra Mastro, consiga profundizar en una lectura psico-somática de los cuerpos. Y quizás replantearnos, ante la visión de este mural de la condición humana invertido, al revés o dado vuelta, otras y mejores formas de vivir.


Köln am Rhein, 27.07.2020




La mirada de Mastro se concentra en conseguir un retrato evocador y sugerentemente poético del delirio y la locura, al tiempo de conjugar cierto paisaje socio-cultural de la institución psiquiátrica en América Latina hoy.



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