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Et donaré el Tibidabo* / Sobre un proyecto fotográfico de Frank Schöpgens

Updated: Feb 25, 2019

Concebido como una serie de retratos, el proyecto visual forma parte de un relato imaginario sobre la identidad de personas que han elegido vivir en la ciudad de Barcelona. La aproximación conceptual a este tema recurre a estrategias imaginativas que buscan rodear cuestiones existenciales y psicológicas en torno a la migración.


Para desarrollar esta galería de personajes, Frank Schöpgens ha elegido ubicarlos en escenarios naturales y con una perspectiva urbana. La puesta en escena de los personajes se determina en la sierra de Collserola, el cinturón orográfico que rodea la ciudad, en sus últimos espacios naturales y en las cumbres de sus montes más conocidos, como Tibidabo, Montjuic o Guinardó. Si bien estas ficciones sugieren más de lo que afirman, adquieren especial connotación al ser ubicadas en estos icónicos lugares, señalando la atracción y el magnetismo que ejerce la metrópolis mediterránea para nuevas comunidades humanas.


Los efigiados son mujeres y hombres venidos de todas partes del planeta y que han elegido nuestra ciudad como nuevo destino para construir sus vidas en su nuevo hogar. Las situaciones en estas fotografías de Frank Schöpgens apuntaría a una funcion social de cierto arte preocupado en señalar el reverso de las diferencias humanas y enclavarlas en una realidad concreta. La deliberada intención de homogenizar a los sujetos en una estructura serial colectiva, portando máscaras y compartiendo tipologías de encuadre, cifra la estrategia conceptual del fotógrafo, que vislumbra un asunto de complejidad humana, social y cultural.

CASO DE ESTUDIO

En la serie de retratos se persigue una fantasía, cuya audacia experimental se atreve, como decíamos, en señalar aspectos identitarios. Se plantean enigmas a resolver dados por la presencia central de la máscara en el retrato, así como las que proponen el cuerpo y el paisaje. En las imágenes debemos enfrentarnos a la idea clásica del retrato, buscando la visión compleja que ofrece el fotógrafo.


Esta representación ambivalente de la identidad ofrecería en esta serie un punto de vista para comprender, quizás, las diferencias culturales, el destino del nómada en su errancia planetaria, a la manera de un moderno Proteo. La ambición epistémica no es menor o banal: aquí se da cuenta de aspectos subjetivos, como la valoración de lo inconsciente como parte constitutiva de la realidad personal, así como el intento de representar la inestabilidad de la personalidad ante la circunstancia migratoria.


TENTATIVAS DE INTERPRETACIÓN

La máscara es un objeto enigmático por excelencia. Objeto de la metamorfosis individual y colectiva, está destinada a disimular el rostro, ligada originalmente a fines rituales o escénicos. La máscara puede esconder tanto como enseñar, y en su simpleza, ha cautivado por su estatuto problemático y conexión con la representación performática del cuerpo que la porta.


Su uso cuestiona justamente la identidad: llevar una máscara, literal o simbólicamente, también es dejar de ser uno mismo para adoptar una nueva personalidad, y quitársela permitiría la revelación de una verdad psicológica. Esta careta de ocultación si bien remite sólo al rostro, o a la cabeza despojada de cualquier accesorio, tiene también como una de sus mayores cualidades la ausencia de la mirada.


Los recursos de la máscara, con sus atributos fuertemente exagerados, como las muecas o expresiones deformadas, dirigen muchas veces al humor o al drama, borrando la semejanza de la persona que se esconde bajo ella. La máscara participa plenamente en señalar lo ajeno o lo desconocido, como una presencia misteriosa de la diferencia.


Estas fotografías de Frank Schöpgens no se reducen solamente a señalar un personaje caricaturizado. La puesta en escena descansa en el potencial metafórico de antiguas y modernas máscaras que buscan cubrir al extraño, al extranjero junto a su cuerpo y al paisaje que lo rodea en estas imágenes.


La ocultación de la historia personal de los retratados y de todo indicio de su contexto cultural es sutilmente sugerido. El paisaje abarca gran parte de la composición, hace muy notoria la soledad del personaje, potenciada por la gran escala que adquiere, ocupada por el cielo, la naturaleza o la ciudad, deslocalizadas y sin referencias aparentes a los íconos urbanos barceloneses.


En este sentido, me permito realizar asociaciones y relaciones entre estos sujetos y la visión de la montaña. La primera que viene a mi pensamiento es recordar el curioso nombre "Tibidabo", que procede de las palabras latinas tibi dabo (te daré), y que aparecen en un pasaje del Nuevo testamento, en el que el Diablo tienta a Jesús cuando ayunaba cuarenta días en el desierto. Desde la vista privilegiada de una montaña, Satán le señala los bienes materiales del mundo, ofreciéndole los tesoros de la ciudad lujosa a la distancia y así hacerle sucumbir en su empresa redentora.


La montaña también es objeto de diversas interpretaciones simbólicas. Según el crítico barcelonés Juan E. Cirlot, para los alquimistas ésta supone el símbolo del horno en el cual se funden los metales para obtener la piedra filosofal (que alude finalmente a la transmutación, al cambio). Para los cabalistas, la montaña es una entidad que representa a la propia persona, a un peregrino en busca de nuevas revelaciones y cambios.


El cerro también se asocia igualmente como el lugar de unión entre el Cielo y la Tierra, donde se ubican las relaciones entre lo superior y lo inferior. Tal vez más cerca del cielo que de la superficie de la ciudad, la bóveda espacial o el aire que se cierne sobre estas figuras, subrayan las circunstancias de aislamiento del individuo.


EN LA CIUDAD DE LOS PRODIGIOS

En estas imágenes de Schöpgens la ciudad aparece como parte de una realidad material, entrevista como telón de fondo, extendida como tapiz, el paisaje urbano a las espaldas del retratado. Aquí la ciudad se dibuja en segundo plano, como producto de la imaginación, remitiendo a la experiencia cotidiana del sujeto en situaciones poco tangibles, no visibles, como la de estar distanciado, quizás alejado voluntariamente, no integrado a ella. En estas fotografías el fondo urbano se exhibe como un espacio compacto y masivo, encajada entre los ríos Llobregat y Besos.


Es inevitable, al contemplar el paisaje de Barcelona desde la Serra Litoral, el pensar en la conformación poblacional de Barcelona, proceso que continua hasta nuestros días, con camadas migratorias proveniente de diferentes lugares de la península y de todo el planeta. El inmigrante del siglo XXI sigue siendo atraído a esta ciudad, en su reclamo de conjugar los beneficios de la civilización: trabajo, educación, bienes de consumo, cuidado médico, libertades y placeres, acceso a la cultura. Además, no olvidemos el hedonismo que promete el enclave geográfico, su mar, playas, bosques y montañas.


El espejismo, la incertidumbre o el escepticismo de creer que Barcelona será una madre generosa se verá dibujado en el retrato; es cómo si las asimetrías y desniveles entre lo que se anhela podría marcarse claramente: metamorfosis, cambio, proceso de adaptación. Surgen así las pregunta inequívocas del extranjero en su nuevo habitat ¿quién soy? ¿qué hago aquí? ¿para qué vine aquí? Interrogantes expandidas a imágenes en su afán de revelar circunstancias de vulnerabilidad y fragilidad, aún sin un rostro propio.


Fernando Moure

Barcelona y Colonia, marzo-septiembre 2009


Frank Schöpgens, Masken, Fotografía, 2009-2011



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