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En la polis desalmada / Obras de Bettina Brizuela

La artista conceptual lleva patrones característicos y extrañamente familiares del espacio urbano y doméstico al espacio expositivo. La muestra antológica fue realizada en la segunda mitad de 2022 en la Fundación Texo de Asunción del Paraguay.



En esta exposición, la artista ha construídoun discurso apoyándose enobjetos que prescinden de parámetros de la representación, muchas veces encontrados e intervenidos; en pinturas abstractas donde se privilegian patrones geométricos o campos de color, y en piezas tridimensionales cuyo desdoblamiento paralelo en sombras permiten abordar una tesis de partida para este breve análisis. Y es que tal y como se señala en el título de la exposición, “Ahora o nunca”, la propuestasugiere un plano confesional o de revelaciones, tangenciales o fuera de plano, dispuesta a revelar cierto estado de ánimo personal y colectivo.

El interés de esta propuesta de Brizuela es doble: emplazar imaginariamente un espacio urbano y doméstico de cierto perfil distópico, combinado con ecos de una delicada situación existencial o epocalmente dura. La presencia de sus pinturas y objetoshacen algo más que realzar el espacio expositivo: su presencia inefable, absoluta y silenciosa aumenta exponencialmente su impacto estético, provocando un efecto resonante en ideas y sugerencias.

Con esta projimidad producto de la visión y ubicuidadde los objetos, el montaje de la muestra “Ahora o nunca”rememora paradójicamenteel ejercicio del distanciamiento social que experimentamos durante la pandemia. Se propone un recorrido que elige ver desde lejos, visionando casi toda la instalación expográfica de una sola mirada desde el acceso, para luego proceder a rodear piezas de gran formato, lo que asume una contemplación alejada, favoreciendo un desvío introspectivo.

Esta exposición reúne modos de representar un paisaje emocional-urbano, a menudo desdibujando voluntariamente la legibilidad de sus obras. Lo consigue mediante referencias al surrealismo, al arte óptico y al minimalismo, indicandoun tránsito medial que bebe primordialmente del conceptualismo, un estilo que no es expresivamente cohesivo, y cuyo conjunto de estrategias, materiales y técnicas son secundarios a la idea de la obra de arte.

Donde la mayoría de los artistas cita un período formativo de formación artística, la artista repasa intereses plurales actualizando sus intereses, uno interrogador de problemáticas de la sociedad en la que vivimos y en la manifestación de sus síntomas. A mi entender, el concepto amalgamado con la forma consigue rotundas y actualizadoras soluciones en este hacer de largo aliento de Bettina Brizuela.

La consecuencia de gran alcance de sus decisiones tempranas, podrían ser atribuídas al espacio y tiempo en que fueron creadas, como testigo del contexto y de las circunstancias de la artista en su espacio-tiempo. No será un programa, pero visto en retrospectiva, la obra de Brizuela parece naturalmente estructurada, orgánicamente armada, como un plan bien pensado.

Como toda creación de interpretación, este texto es una apreciación subjetiva, empapada de mi recuerdo de sus años como estudiante en la Escolinha de Arte junto a Livio Abramo, hace ya treinta años. Las fases temporales de trabajo a las que me refiero en el párrafo anterior, y que me guían como anticipación a esta exposición, sin más intención que encontrar coherencia en la búsqueda artística se inician, hacia el año 2000, con sus obras con yeso sobre objetos domésticos y bienes inmuebles, las esculturas-objetos de escala real, las video-instalaciones con referencias a objetos familiares, el hogar de la infancia, los ensambles de objetos atesorados algunos rotos, otros encontrados y las investigaciones ópticas.

Una línea de tiempo sugerente en una constelación expansiva de identificaciones, seguramente incompleta, dada mi lejanía física y la de mis afectos, y debo decir, sobre una obra que me ha sido significativa, reveladora e irónica.

Tentativas de interpretación

A Bettina le interesa desde hace tiempo, indagar en las ideas deprivacidad y de publicidad,ésta última entendida como el territorio del espacio público, a través de la reflexión de los objetos que los humanos dejamos en un sitio, en la empatía y gestos que generan, o en las narrativas (im)posibles de la ciudad. Esta pulsión y asimilación de lo visto puede ser considerada de animismo, el dotar de vida a un objeto, o el de crear fantasmas, inscribiendo la huella que deja el pasado en las cosas, en las paredes o en las calles que la rodean.

Partiendo de piezas concretas y reconstruidas en yuxtaposiciones inimaginables, la autora recrea objetos encontrados o de creación propia emulando estadios fictivos, con tal que cuenten una historia, y cuya riqueza formal entran en diálogo fecundo con el teatro, la arquitectura, el diseño o la artesanía. Observando las calles, cuestionando como una filósofa peripatética sus instalaciones, chequeando sus restos o ruinas de la vida urbana, Bettina logra una visiónen torno a una ciudad degradada, una imaginería urbana ofrecida como puesta en abismo.

Por circunstancias de la observación o de su interés por el mundo, la decisión de producir un arte inspirado en el hogar o la calle pero explorando perspectivas semióticas o de significado, como en líneas o proyecciones axonométricas. La aparentemente ubícua identificación de lo que está representado, el objeto-signo, es puesto en perspectiva de proyección, de sombra. La dimensión psicologista se acentúa sobre todo con este desdoblamiento, cual caverna platónica, prevenidos de los juegos de la apariencia.

Proponiendo lecturas complejas -díria críticas, aunque en su grado cero de representación – puesto que Bettina se empeña en que sus pinturas de rayas ópticas (en la que incursiona desde hace una década aproximadamente) no lo parezcan, sino que se trasmuten en señaléticas, en pedazo de pared desconchada y rayada de líneas sombreadas, en un teorema de caos y orden.

Imágenes, finalmente, que animen al espectador a buscar algo más sobre sus estratos superficiales. Una invitación al ensueño subtropical en su neurosis de calor, precariedad y capitalismo; exponiendo la controversial relación de los asuncenos con su madre urbana.

Periculosa Mater Asumpta est!

El interés de Brizuela por pintar bidimensionalmente o en otras superficies alcanza su apoteosis en las pinturas de grado cero como en los monocromos, en las que se formulan ejercicios de reducción; y en las ópticas donde la repetición de pautas cromáticas del negro y amarillo se abren a otras fértiles exploraciones duotonales.

Las pinturas de combinaciones estrictamente negativas o positivas también ofrecen una paleta de espectro diverso, yendo más allá de lo pictórico tradicional hacia una nueva neutralidad. Mientras en sus ensamblajes tridimensionales, la materialidad nos acerca hacia horizontes subjetivos, psicologistas, o a sentir intensamente sus rayados verticales o angulados bi o tridimensionales como vaivenes sísmicos.

Habiendo descubierto el poder de la impronta rítmica abstracta, explorada más allá del arte óptico y generativo de referentes locales como Enrique Careaga (1944-2014) o Mabel Valdovinos (1950); Brizuela emprende la nueva empresa de “meditar” y especular en el significado prosaico de estos señaléticas urbanas, dando espacio a derivas filosóficas producto de la geometría plana o del espacio. Saliendo a la calle y reapropiándose de trofeos-ornamentos del subdesarrollo, la artista los vuelve a emplazar instalados bajo un viaducto o en el jardín de un centro cultural.

Por norma, cuando vemos una señalética confiamos en la transparencia de su significado, y creemos que su elocuencia puede superar al lenguaje verbal, confiando en en su primera capa visible, en su “textura” visual. Cuando comenzó a trabajar con rayas, inspirada, ¿espantada? ante el peligro o la alarma, o bien proyectando encierros, se dio quizás cuenta de que esta herramienta cromática tan popular se vuelve interesante dónde posa “su” imagen, situándola en diálogo con el espacio.


Un volumen vertical pintado de amarillo y negro de aristas helicoidades, elevado como una portentosa secuencia de ADN, sugiere, desde una materialidad lúdica, el crecimiento descontrolado del miedo y la locura. Una integración total del arte con referencias al cuerpo humano y al diseño, resueltos en el patrón cromático del negro y amarillo.

Las jaulas-celdas objetuales, pintadas o proyectadas sirven como colofón para meditar en el carácter subjetivo de la percepción, la inestabilidad de las narrativas, o para fabular, vía metonimia o desplazamiento semiótico, al signo mismo. La visión de las cárcelesreververa haciainterpretaciones de cancelación y la censura, o a la endogamia clánica de amos, herederos y sus agentes.

Con la exposición Ahora o nunca!,Bettina Brizuela sublima, en posición reactiva, a nuestra polis deshumanizada y vampirizada. Sus trabajos no sólo advierten del “estado de la cuestión” de una sociedad, también comentan el paisaje espiritual en que vivimos. Con esta confesión, este arte nos devuelve consciencia, nos conjura a no dejar pasar el olvido o la indolencia, porque seguir permitiéndolo, es la continuación del crimen.


Fernando Moure

Asunción, diciembre 2022 – Colonia, febrero 2023








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